–La ponencia trata del estado emocional, y es el fondo del asunto. Las personas que más aprecio en mi vida son las que me atendieron tras el accidente, desde el primer sanitario al último rehabilitador, pasando por el cirujano, pero no por ello dejo de ser crítico. Tras una lesión medular tienes dos vidas, las de antes y después del accidente, y la nueva es diferente, terrible. Lo que era un problema es una tontería y lo que era una tontería, andar o ir al baño solo, ahora es una montaña. Eres como un bebé, aunque un bebé que sabe mucho. No controlas las heces, te tienen que sondar, no sientes tu cuerpo…
–¿Y no lo tienen en cuenta?
–La parte física sí, pero hay que empatizar, tomar en consideración la parte psicológica, es más de la mitad del problema. Por ejemplo, si encuentran ese anclaje emocional se les ocurrirá que tienen que recomendarle pautas para cuando llegue a casa, y salga del entorno controlado del hospital. Es una preparación terrible que no se realiza.
–¿Falta entonces atención?
–Tampoco se trata de sobreproteger al paciente, pero a lo mejor necesita más cariño que cuidados.